Colores del Norte. Tan intensos que parecen de mentira. Es lo que tiene la lluvia, la tierra fértil.
A todos nos encanta viajar y descubrir sitios. Pero no siempre hace falta irte a sitios nuevos y lejanos, para disfrutar y fijarte en la belleza de las cosas. A veces, es mejor ir al sitio de siempre y mirarlo con ojos nuevos. Redescubrir sitios. Un ejercicio para el alma.
Eso me pasa a mí en el Norte y sus colores. Hoy no voy a hablar mucho porque con el color, más vale una imagen que mil palabras.
Todo aquí es intenso: la lluvia, la vegetación, las playas, las tormentas, los colores, el olor a mar… qué maravilla de intensidad.
Y también esos colores los encuentras en su comida…
Mar del Norte
Y su mar, imprescindible. El mar, el cielo y la playa se vuelven de un sólo color.
El mar – Pablo Neruda
NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navios.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.
Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.
*
Si puedes, visita la Costa da Morte. Desde la antigüedad ha sido famosa por las leyendas de naufragios que la rodean. Qué miedo… pero de belleza inigualable de este paisaje natural.
Gracias por estar ahí,
Carmina